La
práctica del yin yoga consiste en trabajar a un nivel profundo, anatómicamente
hablando. Podemos decir que es una práctica donde por medio de la
relajación y uso de la gravedad natural del cuerpo, se llega a la
apertura (por la duración que tiene cada asana)
El
yin y el yang son términos usados por los taoístas para describir el
opuesto de las relaciones con todo, son términos para entender dos
polaridades que existen y se relacionan con todo. El Yin está
asociado con lo femenino, lo sólido, lo que tiene siempre una forma, que
no cambia, interno, que no se mueve. Sin el yin no hay yang, sin lo pasivo
no hay movimiento, sin lo oculto no se puede estar al descubierto, así se manifiesta
esta dualidad
Yang: músculos, tendones, movimiento
Yin: huesos, ligamentos, pasividad
Yin: huesos, ligamentos, pasividad
Sus
beneficios son muchos a nivel anatómico, pues esa pausa permite que, en
la tensión moderada que se está generando en la postura, se regenere el
tejido conectivo, se vuelvan a habilitar la articulación y se logre una
mayor apertura del sistema a nivel articular. En esta práctica el
movimiento a nivel muscular es nulo, realmente el hueso es el que está
trabajando, la práctica de yin yoga nos ayuda a reajustar y alinear nuestra estructura ósea.
Cuando
nuestro cuerpo físico entra en esa pausa prolongada y se relaja la
articulación , se comienza también a explorar la parte más profunda de
uno mismo, fluye la respiración y la mente entra en pausa, en una especie
de meditación, en un estado de silencio donde la única música es tu
propio sonido interno.
Hablar del yin yoga es hablar de un laboratorio
de tu propio cuerpo. Es comenzar a entrar en la nada y en el todo, es activar y viajar a través de tus centros energéticos, de tus nadis, de tus meridianos.
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